Día Internacional de la Traducción: cooperación entre culturas
Historiadores y antropólogos aseguran que el desarrollo de las civilizaciones ha sido posible gracias al contacto con otros pueblos. Así fue desde las tribus de la Prehistoria y, posteriormente, en las primeras civilizaciones de la Antigüedad: Sumeria, Siria, Egipto y, por supuesto, Grecia y Roma. En otras palabras, es el diálogo, el respeto a otras culturas, la cooperación entre sociedades y el comercio, lo que promueve el avance de la humanidad, y no el enfrentamiento o, en el peor de los casos, la guerra.
En aquella época Antigua, antes incluso de la invención de la escritura, no existían las aplicaciones de traducción automática. Ni siquiera existía alguna lengua de uso común que facilitara ese entendimiento, comercial y cultural, como ha ocurrido en diferentes fases de la historia con el inglés, el español, el francés o, anteriormente, el latín, que, a la postre, se convirtió en una lengua que originó varios idiomas usados en la actualidad, las lenguas romances.
Por tanto, la importancia de los traductores, que formaban parte de las expediciones, ya fueran políticas o comerciales, era de crucial importancia. Podemos asegurar, pues, que los traductores han sido uno de los pilares del desarrollo de las civilizaciones y del entendimiento entre los pueblos.
Los primeros traductores
Por la mencionada e importante labor de los traductores e intérpretes, no solo los profesionales del gremio deberíamos celebrar el Día Internacional de la Traducción, sino toda persona que defienda el diálogo entre las diferentes culturas. No en vano, incluso en nuestros días, cuando se produce un paso atrás en una sociedad, como acaba de ocurrir en Afganistán, son los traductores los primeros en convertirse en el objetivo de los que siguen anclados en la Edad Media.
Si hablamos de la traducción de textos, el pionero es Ptolomeo II Filadelfo, quien encargó la traducción del hebreo al griego las Sagradas Escrituras. Esta tarea la realizaron 72 sabios, de ahí que se conozca como Septuaginta, Versión de los Setenta o Versión Alejandrina, pues formó parte de la Biblioteca de Alejandría, que Ptolomeo II, conocido por apoyar las artes y las ciencias, quiso cuidar y se afanó durante toda su vida en aumentar su catálogo.